La idea de tomar un corazón de rata y transformarlo en una raya con tejido modificado se le ocurrió a Kevin Kit Parker durante un viaje con su hija al Acuario de New England.
Cuatro años después, una raya robótica que nada hacia la luz aparece en la portada de Science Magazine, y está alterando los límites de lo que es posible en el diseño de máquinas impulsadas por células vivas.
Un equipo investigador con sede en el Grupo de Biofísica de la Enfermedad, en la Universidad de Harvard, dirigido por Parker, creó la raya translúcida del tamaño de una moneda de un centavo con esqueleto de oro y aletas de silicón, y una cubierta de células de músculo cardiaco de una rata.
Se mueve con control remoto, guiada por una lámpara parpadeante de luz azul. Cada estallido de luz azul desencadena una cascada de señales a través de las células, las cuales han sido modificadas genéticamente para responder a la luz. La contracción del tejido crea un movimiento descendente en el cuerpo de la raya. Cuando el tejido se relaja, el esqueleto de oro se repliega, moviendo la aleta hacia arriba nuevamente en un ciclo ondulante que imita el nado elegante de una raya de verdad.
Parker, cuya investigación incluye biología de células cardiacas, lanzó el proyecto como un método para aprender más sobre los misterios del corazón humano y como un paso hacia un objetivo más distante de construir uno artificial. Pero el proyecto interdisciplinario está causando interés en otros campos, desde biología marina hasta robótica.
Parker no es un experto en robótica, pero como veterano de la Marina de Guerra que estuvo dos veces en Afganistán, recibe con agrado cualquier contribución que pudieran realizar sus rayas en el desarrollo de máquinas capaces de realizar tareas peligrosas.
“Las máquinas bio-híbridas —cosas con partes sintéticas y materiales vivos_, van a existir”, dijo Parker. “He pasado tiempo donde me han disparado, y he visto gente a la que le han disparado. Si pudiera construir un organismo cibernético para que mi colega no tenga que arrastrarse en esa zanja para buscar un artefacto explosivo improvisado, lo haría en un santiamén”.
Cuando pidió al investigador Sung-Jin Park que le ayudara a crear la raya hace cuatro años, el científico tenía dudas al respecto.
“Yo tenía esta idea integral de una raya de tejido de rata modificado que sería guiada por un láser”, dijo Parker. “Me observó como si no tuviera ni idea de lo que estaba describiendo. Me vio como pensando, ‘¿he confiado mi carrera a este bárbaro’?”.
De hecho, el proyecto para construir la raya fue más difícil y costoso —un millón de dólares según Parker— de lo que imaginó cualquiera de ellos. Park, un ingeniero mecánico por enseñanza, tuvo que profundizar en biología celular y molecular. El equipo atrajo expertos de campos diversos, incluido un ictiólogo —alguien que estudia a los peces— para comprender y ayudar a copiar la estructura muscular y biomecánica de una raya. Su trabajo fue publicado en la revista Science el mes pasado.